miércoles, 13 de diciembre de 2017

¿ Quien es Mike Cronk ?





Abundan los indicios de que un amplio sector de la población estadounidense se está embruteciendo. Y acaso el más evidente es la proliferación y popularidad de las teorías conspirativas. Durante más de un siglo, entre 1890 y 2010, la creencia en estas teorías fue un fenómeno minoritario que aquejaba más o menos al mismo porcentaje de estadounidenses, según estudios académicos. Pero la diseminación de interpretaciones alucinantes y falsas de la realidad por internet disparó la locura y la estupidez epistemológicas en los últimos siete años. Ahora 40 por ciento de nuestros compatriotas sondeados dicen creer por lo menos en algunas teorías conspirativas del género la mafia y la CIA asesinaron al presidente Kennedy, helicópteros negros sobrevuelan nuestros cielos en ensayos para declarar la ley marcial, los Clinton han asesinado a 50 de sus asociados, los ambientalistas provocaron el derrame de petróleo sobre el Golfo de México en 2010 para promover el proteccionismo ecológico y la Coca-Cola creó una nueva fórmula inferior adrede para aumentar la demanda y usar productos más baratos.

Pero acaso las teorías conspirativas que más aúnan el disparate, la mala uva y la peligrosidad son las que niegan la realidad de las masacres con armas de fuego. Desde 2010 ha surgido toda una industria en YouTube, Google, Facebook y otros motores de búsqueda por internet dedicada a negar estas terribles matanzas y a hostigar y amenazar a los sobrevivientes y familiares de las víctimas que las han descrito y denunciado. “El ciclo de acoso a las víctimas ya es tan previsible como los tiroteos en masa”, advertía recientemente The Guardian. El periódico contó la historia de Mike Cronk, quien sobrevivió la masacre de Las Vegas y a quien una cámara filmó tratando de extraerle una bala del pecho a un amigo quien al final murió. Fanáticos de las armas lo acosan sin piedad, acusándole de ser un actor pagado para atestiguar sobre una masacre que nunca ocurrió. También narra el caso de Alison Parker, la reportera a quien asesinó a balazos un excompañero de trabajo mientras ella transmitía en vivo. Fanáticos de las armas acusan a su familia de protagonizar una farsa, especialmente desde que su padre, Andy Parker, inició una campaña para frenar la locura armamentista.

Las teorías conspirativas son un subgénero contemporáneo de las supersticiones tradicionales. Ayudan a las mentes perezosas, desinformadas y necias a darles sentido a realidades complejas cuya comprensión requiere un ejercicio mínimo de razonamiento, lógica y sentido común, para no hablar de información y educación. El teórico de la conspiración cree que el mundo se gobierna por diseño, que nada sucede por casualidad ni es lo que parece y que todo está conectado entre sí. De esa fórmula reduccionista y boba excluye su invencible ignorancia y todas las evidencias que contradicen sus teorías inverosímiles. Hoy la internet le ha dado voz, voto y el poder de llamarle, con un barniz de respetabilidad, al pan vino y al vino pan.

El teórico de las conspiraciones se ha empoderado en Estados Unidos. A través de sus campañas de amenazas, y mediante la influencia que le da el voto, promueve sus interpretaciones delirantes de la realidad. Escoge políticos dispuestos a alimentar su paranoia. Y explota la avaricia de empresas de internet que se hacen de la vista gorda mientras pueden convertir el delirio conspirativo en ganancias. Luego de muchas quejas y amagos de demanda, YouTube reconoció “las cuestiones preocupantes planteadas por las familias de las víctimas” y actualizó su política contra el hostigamiento, depurando cientos de videos conspirativos. Otras compañías del sector guardan lamentable silencio.


Las teorías conspirativas llenan el espacio que deberían ocupar la información veraz, la educación formal y la inteligencia individual. De ellas se sirven nuestros compatriotas marginados, zafios y obtusos para identificar supuestas élites, achacarles los problemas económicos, políticos y sociales del país y exigir su destrucción por las buenas o por las malas. También eximen de responsabilidad racional a quienes creen en ellas. Y sin embargo la verdad monda y lironda es que el mundo sería mejor si tantos fanáticos de la mentira y la intriga aprendieran a pensar por cuenta propia, se atuvieran a los hechos y actuaran en consecuencia.

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